En Sitalá hay una camarilla de comunistas que no creen en Dios.
Esos están tratando que el gobierno se adueñe de los nuestros hijos pequeños,
quitárselos a su legítima familia. Quieren hacer lo mismo que aquellos rojos de
Rusia. Allá los deshuesan para fabricar jabón con su carnita molida. Destruir
la familia y que sólo el gobierno sea dueño de todo. La mujer también sería para
quienquiera acostarse con ella. Ya no habrá respeto al hogar, menos a la
propiedad. Las huertas con todo y casa, cafetalitos, moliendas de caña para panela, las vacas, potreros, maizales, terrenos sin sembrar, toda propiedad privada,
sea por herencia o comprada debe pasar a manos del gobierno. Eso es un robo que
no permitiremos. Quitarnos todo, hasta nuestras creencias cristianas y dejar de
ser fieles a la familia y a la patria. Quieren
entregarnos a una potencia extranjera donde únicamente manda el dictador Stalin.
Robarnos la libertad para someternos a la esclavitud. Ese es su propósito, el
mismo que los rusos ya hicieron en Hungría, Polonia y en más satélites del oso
rojo. Repetiremos que esa camarilla de gente son ateos, enemigos de la familia,
de la propiedad privada y de nuestras sagradas tradiciones. Nosotros creemos en
el Cristo Negro, la santísima Virgen y las verdades del Santo Padre que está en
Roma.
Somos anticomunistas porque no queremos ser
iguales. Todos somos diferentes, así nacimos, así nos hizo Dios y así moriremos. No aceptamos sus falsas
promesas. Queremos seguir siendo como fueron nuestros antepasados españoles con
apellidos Villeda, Guerra, Monroy, Aldana, Machón, Torres, Mejía, López,
Ramírez, Godoy, Sandoval y tantos más
que le han dado lustre a la noble villa de Sitalá, por ejemplo don Jerónimo
Marroquín Julián, que no es indio como dicen, pues aquí no hay gente de esa raza ni hablamos en
dialecto. El es mezclado, mestizo, por eso nos puede ayudar bastante para
convencer a los campesinos, especialmente en la cofradía de San Francisco Conquistador. Pobres
pero libres, y así queremos seguir viviendo siempre. Albañiles, carpinteros,
agricultores, dueños de alguna tiendecita, herreros, ordeñamos unas vaquitas y
vendemos leche, queso fresco, requesón, mantequilla, hasta hay dos sepultureros
para enterrar los muertos. Eso es todo lo que somos. No tenemos casas llenas de
lujos, casi siguen igual como vivieron los abuelos. Quizá por eso a veces
escuchamos sus voces, miramos su sombra,
los vemos caminar por estos largos corredores. Todas las noches rezamos para vencer al
enemigo. Sabemos que los pueblos hermanos de Nicaragua, El Salvador, Honduras y
Estados Unidos están apoyando porque también son amantes de la libertad. Seguiremos
en el bando del teniente Coronel Carlos Castillo Armas, no solamente hoy que es
junio de 1954, sino todo el tiempo, puesto que él es nuestro caudillo para
salvarnos de las garras del carnicero rojo.
Los culpables son esas personas comunistas y
herejes. Qué bonito, regalar lo que no les cuesta. Ellos soliviantaron el ánimo
de los campesinos que ahora pretenden faltarnos el respeto y alegan tener derecho sobre nuestros bienes. Ellos siembre habían
sido respetuosos y obedientes, pero ahora se han vuelto abusivos con sus
patronos. Si hasta tierra les damos para
que tengan su maíz y frijol. Por qué exigir más. Los campesinos siempre han sido mozos, peones,
jornaleros, mandaderos, arrieros, leñadores. Sus hijas son sirvientas en
nuestra casa. Hasta somos padrinos de sus
hijitos.
Y no me cansaré de repetirlo, todos en Sitalá vivíamos como una gran familia hasta que
estos comunistas, desgraciadamente nacieron aquí, empezaron con su alboroto de
repartir todas nuestras cosas y querer cambiar un modo de vida desde que Sitalá
existe. Eso es imposible.
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