martes, 27 de septiembre de 2011

Al estilo de secuestradores guatemaltecos

Hijodelagranputa aquí mismo te voy a matar. Me tiraron a la palangana del pickup donde ya estaban  dos esperando. Me vendaron los ojos. Hijodelagranputa, te voy a matar si no me dan un millón de quetzales por vos Esto es un secuestro. Yo sé que el viejo de tu suegro puede pagar eso, vamos  a llevarte a un lugar seguro  y vos te ponés al celular para pedir el rescate. Yo sentía que estábamos dando vueltas, no miraba nada y estaba cagado del miedo. Todo el tiempo me lo pasé rezando, los cuatro días que me tuvieron. Ni siquiera comí, sólo rezar, era lo único que me daba fuerzas, aunque sólo fuera en el rato que rezaba. Tenía claro como ocurrió todo: salí de la casa de campo a las seis de la mañana para ver el ordeño de las vacas, porque desde que llegué a la finca me gustó hacerlo. Me levantaba, arrancaba el pickup y me iba por una carretera de tierra que pasa por donde está una tienda pequeña, ahí en el puro monte, una tienda de aldea, donde ya me habían dicho días antes que habían visto ese sospechoso pickup verde. Yo no lo tomé muy en serio pero por aquello de las dudas andaba armado, pero de nada me sirvió cuando vi aquellas cuatro armas apuntándome y aquel tipo gritando que abriera la portezuela. Salí porque si no te mato ahí dentro del camión  hijodelagranputa. Me subieron a la palangana, se pusieron a dar vueltas por aquellas tierras de la costa sur de Guatemala, hasta cuando pararon en un lugar que por el olor era un cañaveral. Me pusieron una pistola en la cabeza, me tiraron al suelo y me dijeron que me quedara con el hocico callado. Yo sólo oía machetazos que tumbaban  cañas y después hablaron de extender un plástico sobre cuatro cañas que habían sembrado en el suelo ya despejado. No se oía nada de nada, seguro estaba en el mero centro del cañaveral. Hijodelagranputa, esta va a ser tu casa hasta que nos pagués. Ahora hablá con el viejo. Yo me volví a cagar cuando ese que me trataba a gritos y jalones de pelo dijo que él quería un millón, o sea mucho más de cien mil dólares. Ya ves que tu suegro no te quiere, sólo está ofreciendo diez mil quetzales por teléfono. Yo seguía rezando, y al segundo día les había puesto nombre de apóstoles a mis secuestradores, san Juan, san Marcos, San José, sólo al más malo no le puse nombre, siento odiarlo, pero a los otros tres ya los perdoné, y hasta siento que san Marcos era bueno porque me rogaba que comiera y me prometía que todo iba a salir bien, que no me preocupara, pero el sin  nombre llegó hasta querer violarme. Abajo los pantalones Barbas hijodelagranputa, porque tengo ganas de coger. Eso fue al tercer día, cuando ya me habían quitado la venda, pero desde el primer día me pusieron Barbas. Sólo así me llamaban. Era de noche cuando me quería violar pero el que me cuidaba lo encaró, callate loco le dijo, dormite y dejá de chingar. Yo estaba cagado del susto y no pude dormir en toda la noche, gracias a Dios que mi suegro les ofreció veintinuevemil quetzales y ellos aceptaron la negociación. El viejo de tu suegro no te quiere Barbas, me dijo el malo, si te quisiera  hubiera dado el millón, la pura verdad es que al viejo queríamos agarrar pero vos te atravesaste. Si estás de acuerdo lo matamos y vos te quedás con las finca y las vacas, así de simple. No le contesté solo me quedé pensando. Al cuarto día, por la noche, me soltaron en una carretera asfaltada. Y aquí me tenés vivito y coleando, sólo que sigo pendiente con los secuestradores, porque me comprometí a darles veinte mil quetzales de mi parte después que me soltaran. Ellos me dieron dos días de descanso, pero ayer recibí el recordatorio en mi celular. Recuerde don Barbas, ese fue mensaje de San Marcos, porque reconocí su voz.

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