Aunque parezca episodio de novela negra, lo del Barbas sucedió en la vida real. Lo puse tal como me lo contó, sin agregar ni quitar nada. Reconozco aquí que falté a mi palabra al garantizarle guardar secreto, algo que él ni siquiera estaba pidiendo, yo fui quien me apresuré a ofrecer quedarme callado. Esto se queda entre nosotros dos. Nadie más lo va a saber. Ahora siento culpa por haber sido indiscreto, traidor seguramente, y al mismo tiempo tengo la seguridad de que es correcto divulgar cómo es el estilo, el modo, las maneras, el método, en una frase: cómo actúan los secuestradores guatemaltecos. Por supuesto, lo sucedido al Barbas no es excepcional, más bien es la regla, y como vimos, consiste en sembrar terror desde el principio. Agarrar la presa, bestializar, deshumanizar con una palabrota humillante y paralizadora. Uno tiene que estar callado para no morir al inicio de la inmovilidad forzosa. En ese instante apenas empezará la incertidumbre y el sufrimiento que puede durar horas, días, incluso años. Un tiempo siempre preñado de insultos, golpes, vaivenes de promesas y amenazas como cortar la oreja para enviarla cual mensaje a quien tenga que entregar rescate. Orejas, dedos, ojos, párpados, cabelleras, y se vale mutilar y enviar cada fragmento. Tortura más allá del torturado físicamente, torturando mentalmente a la familia. Usted puede considerlo una técnica corriente o acto de sadismo; sin duda lo son pero no se queda ahí la cosa. Yo no acepto que sea sólo tecnología del criminal, ni sadismo ó acción de psicópata. Y no lo acepto porque hay una seña peculiar, una especie de idiosincracia guatemalteca en la ejecución del secuestro. La marca nacional. Un inicio, desarrollo y final marcados por una crueldad extraña. No digo extraña porque haya actos de contenido diferente. En todas partes torturan, mutilan, desmenbran, amenazan, insultan, hasta puede haber torturas más excesivas y dolorosas, tales algunos testimonios en Guantánamo, Ruanda o Corea, por mencionar algunos lugares, mas nuestra pequeña diferencia está en la gratuidad y persistencia que esos actos tienen en Guatemala. Para mi ese es el núcleo irreductible, lo inexplicable de la cuestión. Manera extraña en maltratar el cuerpo y la mente con algo de gratuito, mostrarse tal cual, enseñar el modo turbio de ser guatemalteco, que deja sin respuestas a la historia o la psiquiatría. Dicho de una vez: tiene algo de sacrificio humano, práctica arcaica oficialmente inexistente, impensable para costumbres cristianas. Inadmisible en gentes de fe y razón. Los malos existen pero Guatemala es buena y bonita. Esto no convence. A mi me perturba el trato al secuestrado, pues el modo de hacerlo es diferente a otras partes del mundo. Mostrar abiertamente cómo hacer lo inimaginable, aquello que no cabe en la cultura ni en las tradiciones oficiales. De eso se trata.
Como viene al caso decirlo, no he visto ni he tenido noticias del Barbas, espero que esté bien, es decir, libre completamente de sus secuestradores. Y que siga siempre libre aunque tenga que rezar largo rato, ya que la alternativa sería su muerte atroz, por incumplimiento de pago.
efectivamente hay un nucleo irreductible pero no vernaculo, la crueldad gratuita no no es exclusiva a los Guatemaltecos, ese plus en la vejacion, ese valor agregado que genera la abyección de la victima pulula por muchos sitios y no lo digo en un aranque de fervor patriotico tratando que la dilucion geografica del crimen merme, como quisimos que se mermara la muerte de Cabral, nuestras entrañas criminales.
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