jueves, 6 de octubre de 2011

Pe(n)ladero

El segundo deporte nacional es pelar gente, chismorrear, pitorrearse. El primero, ya se sabe, es matar. Ahora recuerdo que pelar equivale a asesinar con la lengua. Y lo dijo una mujer famosa,  no mediática, ni siquiera  existía tal modismo. Y de eso no hace mucho tiempo.
Peladero significa hablar sobre personas. Hablar más mal que bien. En Guatemala, un hombre o una mujer se vuelven completamente buenos cuando mueren. Vivos todavía no.
El peladero es en grupo, gavilla, junta de parlanchines. Es degradación  de tertulias, de discusiones, carencia de ideas. Se parecen a charlas de café, aunque además del azúcar incluyen matar el tiempo despellejando material humano. Juntarse para hablar babosadas.
Peladero debería tener su entrada en el diccionarios de la lengua española porque es una de las voces más sonoras del castellano guatemalteco; desde ya recomiendo dicha tarea a nuestros académicos de la lengua.  Peladero es taller de chismografías como género oral de la literatura. El convite es de cuenteros medio amigos. Se juntan por entretenimiento, para desaburrirse de la vida. Los más avispados cuidan que el filoso peladero no vaya en  decadencia hacia una inquietante seriedad. Un buen peladero maldice de intelectuales, sus argumentos, debatir ideas. Es puro pasatiempo.
 Las tecnologías de comunicación realimentan pero pueden liquidar al despellejadero cuerpo a cuerpo, quitarle filo al chisme, a la noticia de última hora, al apeticido rumor. Lo mediático y la farándula le quitan carne a los peladeros y sólo quedan iconos insoportables. El peladero es otra cosa: chisme puro entre nos. Dios nos libre de facebook o twiter, porque somos fisiológicamente chismosos y no queremos  redes electrónicas para actuar. Ojalá siempre sea así, sino perdería su morbífica tradición. Sólo eso nos  faltaría  a guatemaltecas y guatemaltecos:  perder nuestros preciosos peladeros del parque, de la cafetería, del vecindario,  en los portales de la iglesia, en las esquinas del barrio, en cualquier parte. Podemos denominarlos club, asociación, hermandad, comité cívico, cofradía, pero siempre serán peladeros. Y siempre deben seguir mostrando su mejor tajada: les cuento la última, por ahí andan diciendo, secreto a voces, sangre en el ojo, no me lo van a creer, aquella que les conté,  él se miraba tan honrado. Todo un caudal de expresiones en que se educan las almas afines de connacionales, generación tras generación.
No sé si sean mujeres o varones quienes ganan el campeonato. Digamos que juegan de igual a igual, sin distinción ni discriminaciones.
Nota buena: la letra (n) remite al número de peladeros existentes en Guatemala, una cantidad infinita.

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