viernes, 23 de septiembre de 2011

Reuniones

Samuel volvió a invitarme para participar en un desayuno con excompañeros de estudios. Es la segunda vez que viene sólo a eso y también la segunda por mi parte en decirle no, enfatizando, tratando de explicarle:  no asisto a reuniones.
Samuel quizá sea el último emisario por compañeros de aquellos tiempos cuando estudiábamos magisterio, en realidad estudios para llegar a profesores de educación primaria. Un apostolado,  invocándose el apotegma de José Martí: - Y me hice maestro que es hacerme creador. Un credo altisonante, pues siempre ha sido profesión, como cualquier otra. Una profesión de asalariados, mal pagada, que a nosotros nos sirvió  en trabajar, obtener salario mensual para estudiar  la universidad. Éramos jóvenes, casi adolescentes, y estábamos militarizados luego de un rústico golpe de estado. Al coronel comisionado para mandar en nuestras aulas le llamábamos Veneno. Lo que más recuerdo es eso, lo del coronel Veneno.
Samuel quizá sea el último en venir, y es mejor así. Hace unos cuantos meses tuve que soportar por teléfono la misma invitación; me resultó chocante, la sentí como insensata insistencia, casi como apuesta por ganar la partida. Hacia esos mismos días,  alguien que antes fue compañero y ahora es pastor evangélico le pidió a un hermano de su iglesia me invitara. Respuesta inesperada:  nunca asisto a reuniones. Así soy. Aprendí a decir no.
No es agradable ni entretenido reunirme con guatemaltecos, mis paisanos. En este país creemos ser sinceros, agradables, graciosos. Para mí que estamos equivocados. Somos descorteses, bulliciosos, no dejamos hablar, interrumpimos, acaparamos o interrogamos sin ton ni son ¿y vos qué? ¿y ese que se cree? Tampoco sabemos escuchar porque nunca nos enseñaron,  cada quien se llena la boca contando éxitos y realizaciones de pura apariencia, sin faltar el automóvil modelo del año en curso, ¿el tuyo qué modelo es?. Y lo peor, nadie entre los presentes desperdiciará oportunidad en ponerte ridículo con ocurrencias de mal gusto, chismes, preguntas entrometidas,  anécdotas patéticas para provocar risotadas grupales. En eso consiste una reunión con ex camaradas del país.  No sé la causa, tal vez  resentimientos por tanta historia tan lastimada. Pero si hay malestares, se desaguarán en tales reuniones. Es parte de la fiesta.  En fin, así somos y cómo vamos a hacer de otro modo. Con tal de no estar presente en más de lo mismo decidí hace varios almanaques no ir a las llamadas reuniones sociales. Ni esa invitación ni con ninguna semejante. Sin embargo, me encanta conversar, el disfrute, no únicamente la comunicación, pues hay que llegar hasta la comunión de amistad momentánea.  A veces logro una reunión así. A veces vivo esa alegría juvenil de convivir enriquecido de gente. No hay edad para tanta alegría. Saludos.

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