jueves, 4 de septiembre de 2014

yo el de entonces ahora no se quien soy

Don Nadie soy yo y  la cuestión es qué quiere decir eso del yo. La confusión quizá sea  falta de carácter o identidad personal, aún teniendo mi número de identificación oficial en orden correcto, lo cual apenas me libraría de alguna situación policíaca, ya bastante logro en Guatemala donde siempre ha sido así.
De todas maneras qué importa si tengo exceso del yo, carencia, egocentrismo, confundido, subestima. Sí me importa este sentimiento de incertidumbre explicable además por carecer de creencias. No creo en nada establecido para confiar. Hace ya buen tiempo abandoné al rebaño y su pastor; desde que derrumbaron la utopía inició lentamente mi descreimiento y un buen día desperté sin creer en nada ni nadie, sea dios, diablo u otra entidad del sistema. 
Quizá al final de cuentas aquella utopía me hizo daño por tratarse de algo demasiado potente, fascinante, inmensa utopía, bastaría con decirles era una totalidad conmigo. Después de perder todo  como puedo reponerlo. 
No vengan a recomendarme productos tecnológicos de última generación, ni asociarme a fundación de beneficencia, terapias de comportamiento, partido  neoliberal realmente existente derecha-izquierda-derecha intercambiables, liga de fútbol, chismes de celebridades o nuestros folclóricos sacrificios humanos. Así no vale. 
Antes sí pude cuando hubo aquel sueño  hacia un cambio de civilización, era como volar a vivir entre humanos la vida sencilla. Querer lo imposible es utopía.  

Hombres y mujeres necesitan trabajar poco porque necesitan pocas cosas. Para qué habitar grandes amontonamientos denominados ciudades. Nombre bonito para tanta fealdad como la ciudad de Guatemala.
Lo único que necesito es alegría, pero ella voló y se perdió a saber dónde junto a la utopía. Ahora el mercado me ofrece productos de moda, fisioterapias, psicoterapias  y religión reciclada, góndolas para consumo mediante tarjetas de crédito en bautizadas plazas comerciales. En la ciudad hay unos quinientos supermercados con anuncios multiservicio,  sin arquitectura ni arte ni hospitalidad, ni lugar donde sentarse sin pagar salvo escaleras eléctricas.
En ese moll, tamaño mole, sentiría estar metido en inmenso cajón con comida chatarra. Ni me reconocería, ese no soy yo, como mínimo seguramente no lo quiero.  Me gusta ser el lobo de la manada más que el hermano Asís, un lobo emponzoñado, rabioso, entrar a la ciudad mercado y morder hasta que se retuerzan, echen espuma por el hocico sin distinción de género, indiferente al hombre-mujer.
Quizá indiferencia sea la palabra adecuada. Yo soy indiferente, no llego a  egocéntrico sino indiferente a mi persona y al mundo que me rodea. Sobre esto podría escribir nubes de caracteres, pero semejante tecnología tampoco tiene  interés. 
Ahora ya pueden juzgarme como quieran, de todos modos no creo en su justicia. Solamente son lectores tal vez un poco informados por los medios de comunicación, los grandes mediadores entre humanos, interfases, antifaces, pantallas, mascarillas. Separar nuestros cuerpos para una conectividad  en la fantasmática red virtual. Ese no soy yo, antes me encuentro muerto que avatar virtual. Estamos siendo rehechos con vapores de turbia nube mediática, algunos moriremos por  tanta infocomunicación antes que la nube contaminante deje en paz el azul del cielo. 
Hoy la gente prefiere una nube de datos a la utopía y no hay minuto para arrepentimientos, al próximo difunto le fastidiaban los chillidos. Yo como ustedes estoy en el medio y la mediocridad. Ahí fondeamos todos. 
Desde este foco sin luz, como don nadie que soy estaré dando de vez en cuando algunas señas sobre variados asuntos, nada original y nada copiado, algunos sacados de la memoria y el recuerdo, algunos de actualidad como noticias y de repente un relato, fabulaciones, comentario, brindis o críticas destructoras. Intentaré alguna nota alegre, tómese esto sin promesas.
En el peor de los casos líneas de literatura a medio revisar, sin correcciones complacientes. Casi un borrador salido de algún fondo personal desconocido.  No ofrezco segundos felices, éxitos, prosperidad ni nada. Si pueden hacerlo mejor bájense del mundo porque cada vez rueda peor.  
Patético don nadie eso soy sin pena ni gloria ni identidad, falto de carácter, nunca sabré decir  yo aunque lo repita digitalmente, sin principios plenamente establecidos, a todas luces oscuro, una indiferencia más enorme que todas las nubes pluviales encima del sistema, huérfano de utopía, marginal de la oferta demanda don nadie es medio hijito de Guatemala-Xibalbá  territorio conectado a la red mundial de lo mismo. 
Qué se puede esperar de alguien así. 
Poquito a poco sabrán,  van a leerlo.













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