Arnoldo vive a 25 metros del punto donde venden cocaína y piedra. Punto de venta ó sencillamente el punto. Arnoldo está seguro que ese negocio al menudeo es bueno para él y su vecindario porque los narcos les brindarán protección gratis para que otros bandidos más criminales ni lo asalten ni lo lo maten.
Efectivamente en el punto venden variadas drogas, especialmente piedra, también conocida como crack, bazuco, entre otros apelativos detonantes. El negocio cabe perfectamente ubicado en el catálogo del mercado libre: oferta-demanda-precios de mercado-compraventa-consumo. Dichas transacciones en Guatemala están legalizadas de hecho y se realizan a plena luz del día, aunque la demanda nocturna sea mayor debido al comportamiento de los consumidores, quienes prefieren la oscuridad del punto, así la tienda se mantenga abierta las 24 horas. Legalización de hecho desde hace varios años, casi una década, pero hoy más abierta, más transparente.
Sólo estamos hablando de Guatemala, también denominada Xibaltepec, particularmente el asentamiento criminal conocido como ciudad capital, en uno de sus barrios bajos, con ciertos aires familiares de clase media, aquí el éxito culmina en sentirse clase media ambiciosa con ingresos de 200 dólares mensuales. De algunos dólares habrá que agarrarse en este asentamiento sin asideros ni calles con salida ni buen porvenir ni buen gobierno.
Hablando de gobiernos, eso del consumo mayúsculo de estupefacientes empezó con Vinicio Cerezo Arévalo hacia 1985 y sin detenerlo continuaron Serrano Elías, Arzú Irigoyen, Carpio, Portillo, Berger, Colom, hasta el actual presidente Pérez Molina. Durante todos estos turnos de gobierno la dosis de drogas ha estado completamente libre y con buena tasa de crecimiento. Es un negocio legalizado, aunque los tribunales de justicia y la televisión anuncien lo contrario. Sale sobrando hablar ahora de legalizar ó despenalizar cuando desde hace muchos años es una actividad legalizada en su comercio y consumo. El actual discurso de legalizar las drogas es puro show mediático destinado a la audiencia extranjera.
Sólo estamos hablando de Guatemala, también denominada Xibaltepec, particularmente el asentamiento criminal conocido como ciudad capital, en uno de sus barrios bajos, con ciertos aires familiares de clase media, aquí el éxito culmina en sentirse clase media ambiciosa con ingresos de 200 dólares mensuales. De algunos dólares habrá que agarrarse en este asentamiento sin asideros ni calles con salida ni buen porvenir ni buen gobierno.
Hablando de gobiernos, eso del consumo mayúsculo de estupefacientes empezó con Vinicio Cerezo Arévalo hacia 1985 y sin detenerlo continuaron Serrano Elías, Arzú Irigoyen, Carpio, Portillo, Berger, Colom, hasta el actual presidente Pérez Molina. Durante todos estos turnos de gobierno la dosis de drogas ha estado completamente libre y con buena tasa de crecimiento. Es un negocio legalizado, aunque los tribunales de justicia y la televisión anuncien lo contrario. Sale sobrando hablar ahora de legalizar ó despenalizar cuando desde hace muchos años es una actividad legalizada en su comercio y consumo. El actual discurso de legalizar las drogas es puro show mediático destinado a la audiencia extranjera.
Cualquiera que venga como turista a Xibaltepec podrá observar como funciona la compraventa, así también la bebida, comer e inyectar estupefacientes en los antros del mercado informal. Podrá mirar con sus propios ojos a los policías cobrando impuestos en los puntos de venta informales, sin devolver facturas ni recibos. Nada de papeles para que todo esté en orden.
Según lo dicho, Xibaltepec sería paraíso de la sicodelia, puerta al séptimo cielo, como mínimo carrusel de sensaciones exquisitas. No es así, estamos en la plaga de las adicciones. Según lo dicho no habría que lamentar ni víctimas ni victimarios ni muerte. Pura vida loca y felicidad ilimitada. Pero en Guatemala-Xibaltepec lo que más se consume es letal crack. Hay drogas del infierno, purgatorio, paraíso y de los pobres, y aquí nos tocaron sólo las últimas. La droga de los pobres es por supuesto para los que no tienen dinero. Aquí abunda esa gente: mujeres y hombres jóvenes de barrios populares. Se podrían contar por millares aunque no haya datos numéricos ni estadísticas, ni estudios para información, porque institucionalmente no interesa que muera rápida o lentamente la juventud de la las familias pobres. Aunque pensándolo dos veces, por supuesto que interesan los pobres: Sobreabunda población joven guatemalteca y mejor que el crack se haga cargo de eliminar una buena cantidad de esas vidas sin buen futuro.
Niños y niñas de la calle, adolescentes intoxicados, jóvenes de barrios tildados por los medios como rojos y peligrosos, esos seres humanos son los que salen en la nota roja de la televisión, los que van a parar a la cárcel por tenencia de narcóticos, cifras de muerte con olvido inmediato. Ni siquiera sirven para figurar en alguna telenovela del mal.
Niños y niñas de la calle, adolescentes intoxicados, jóvenes de barrios tildados por los medios como rojos y peligrosos, esos seres humanos son los que salen en la nota roja de la televisión, los que van a parar a la cárcel por tenencia de narcóticos, cifras de muerte con olvido inmediato. Ni siquiera sirven para figurar en alguna telenovela del mal.
Propaganda en favor de regularizar, despenalizar o legalizar la droga es tópico para el gusto extranjero, mientras en Guatemala la población joven carece de recursos económicos, acceso a información confiable sobre drogas, atención pública preventiva o rehabilitación. Cuando muchos ahí está la organización no gubernamental de narcómanos anónimos como única terapia disponible y cuando la crisis llega asimismo llegará el encierro en las casas privadas de tortura a las cuales se denomina casa hogar del adicto. Esta juventud resultó como Guatemala: mucho pasado, poco presente, sin futuro bueno.
Tenemos crack legal, comprado con moneda aparentemente legal, pero que no vengan con el cuento de que se puede reglamentar su consumo. El crack destruye el organismo, mata el cerebro humano en un trayecto de violencia donde el adicto también mata para comprar su dosis. Eso es lo único normal, el resto manipulación oficial mediática.
De tal círculo mortífero lo más seguro es que no se salve ni el mencionado Arnoldo, aunque por miedo ya ni salga a la calle pasadas las 6 de la tarde. Arnoldo: la mafia del Pianista no te dará seguridad cuando llegue la hora del ajuste de cuentas a balazos. El Pianista no te cuida, sólo le interesa su negocio de drogas. Tarde o temprano, Arnoldo, la violencia del crack te alcanzará igual que a los demás vecinos, porque los efectos de la piedra no se pueden pacificar ni regular ni normalizar. Según parece, Arnoldo, el crack vino para quedarse y matar gente indiscriminadamente.
Tenemos crack legal, comprado con moneda aparentemente legal, pero que no vengan con el cuento de que se puede reglamentar su consumo. El crack destruye el organismo, mata el cerebro humano en un trayecto de violencia donde el adicto también mata para comprar su dosis. Eso es lo único normal, el resto manipulación oficial mediática.
De tal círculo mortífero lo más seguro es que no se salve ni el mencionado Arnoldo, aunque por miedo ya ni salga a la calle pasadas las 6 de la tarde. Arnoldo: la mafia del Pianista no te dará seguridad cuando llegue la hora del ajuste de cuentas a balazos. El Pianista no te cuida, sólo le interesa su negocio de drogas. Tarde o temprano, Arnoldo, la violencia del crack te alcanzará igual que a los demás vecinos, porque los efectos de la piedra no se pueden pacificar ni regular ni normalizar. Según parece, Arnoldo, el crack vino para quedarse y matar gente indiscriminadamente.
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