jueves, 16 de agosto de 2012

Cartas secretas, mujeres y pena capital

En este país copulamos para satisfacernos un ratito, porque después la carne volverá a su tristeza habitual. Estoy hablando del animal hombre. Este dice sin eufemismos: me voy a coger esa mujer, y normalmente la posee por las buenas o las malas. Siempre habrá una dosis de violencia que satisface a la hembra. Hablo del coito del hombre sobre la mujer. Ayer, hoy y probablemente mañana será igual: una buena revolcada, gemidos universales y hasta la próxima si es que la hubiera. Aquí el acto sexual penetrante tiene bastante de violación, es parte del jardín de las delicias.
Por tales motivos, todo el fárrago occidental promulgado (Europa-Estados Unidos) son  una sarta de reglamentos burocráticos para mi mundo sexobestial: administrar la distancia y los gestos para no caer en acoso delictivo es como quedarse ciego, mudo y paralítico; tener sexo bajo consentimiento mutuo no es de civilizaciones sino de sociedades castradas; usar preservativo es para cobardes que temen morir en la arremetida. Por supuesto, nunca aceptaré tal control de mi sexualidad, porque sería mutilar estos apetitos eréctiles. Las ordenanzas antinaturales  voy a transgredirlas en Suecia, Samoa, Londres o Arizona.
De todas maneras no me creo esas pajas de la justicia sueca para extraditar a Julian Assange debido a delitos sexuales. Suecia es la cuna del amor libre, del nudismo, de las orgías, de los aquelarres, de los desfloramientos adolescentes  desde hace más de 50 años. Suecia fue la maestra mundial de las prácticas sexuales más desaforadas. Hasta nosotros aprendimos un poco las poses suecas. Si Francia hizo literatura, Suecia sigue haciendo historia sobre extravagancias sexuales. Al contrario de USA que es la letra escarlata,  fábrica de pornografía con pedazos de carne que exclaman oh God, con la misma mecánica sónica de sus chiquillas plásticas. USA es cero erotismo, porque sólo el trópico es el sexo de la tierra.
En consecuencia, las damas de compañía   que acusan a Julian son cortesanas de una mala película sueca, seguramente repudiada por Igmar Bergman. Al fin de cuentas, ni cuento de hadas, ni brujas, ni teatro ni siquiera una pasable intriga de maquiavelismo político. Sencillamente se trata de una operación al descubierto entre la puritana e hipócrita alianza de USA, Inglaterra y Suecia con el objetivo de conducir a Assange a USA para aplicarle la pena capital correspondiente a la libre expresión de sus reveladores  wikileaks. Es el viejo juicio de Salem  ahora puesto en escena global por alguna vieja histérica de apellido Clinton o de apellido Palin. Y cómo alvidar al pobre presidente Bill con su fláccido pene de 5 centímetros proyectado sobre pantalla de 42 pulgadas, mascullando entre mocos que no le habían dado chiche cuando era chiquito, y por eso requería la lengüita entrenada de Mónica Lewinski.
En estos momentos quizás Julian Assange va derecho al matadero y no sé porque me está recordando el Yo acuso escrito por Emilio Zolá. Sólo se parecen por la intriga política, por lo del chivo expiatorio, por las traiciones occidentales a la libertad del hombre. Me recuerda la farsa de los poderosos y también  la voz crítica de los intelectuales, cuando había crítica e intelectuales.
Estas palabras las he dicho con rabia e impotencia ante una acción despreciable, como corresponde a ese lamentable país al que yo siempre llamaré USA o simplemente US. Las digo porque no puedo callar, es demasiado. Las digo desde este paisaje del trópico sexual, violentamente erótico. Las aviento a la globalización que es la nada, presintiendo la humanidad que ya es casi nada.
 Una cosa final: Escucha  USA sedada por toxicomanías, con asesinos seriales bimensuales, puritana de ideología chatarra, escucha, ahora podrás darte gusto con los miembros erógenos  de Assange, darte gusto con tus modales  pornos, tecnos y absolutamente obscenos. Que les aproveche a todos los aliados la carne del hombre que desenmascaró su diplomacia de estados acabados.

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