En la entrada anterior señalábamos la maliciosa alianza entre Suecia, USA e Inglaterra. Sale sobrando Australia y por eso no fue mencionada. La malicia es en torno a una palabrita que ha dado mucho para dudar: Democracia. El recientemente fallecido Gore Vidal escribió abundantemente que en USA nunca existió la denominada democracia. Noam Chomsky también asegura que dicha sociedad está sometida a poderes financieros. Otros más estudiaron ese fenómeno insidioso, como el sociólogo Wrigth Mills, quien describió la genealogía dominante, las familias, la élite que dicta hasta donde puede llegar el pueblo. Pero todo ese pensamiento crítico ha sido sistemáticamente prohibido en las instituciones de difusión estadounidense. Chomsky es el mas evidente en esa modalidad de censura. Por supuesto, estarán esperando que muera, porque ya cadáver no podrá ladrar, y entonces sí saldrán elogios, homenajes y discursos fúnebres.
De Suecia recuerdo a Olof Palme como su último hombre de rasgos democráticos. Hubo magnicidio, mataron a Palme y nadie lo recuerda. Magnicidio fue aquel hecho de sangre en suelo sueco, no fueron presunciones sobre violación sexual. Crimen político nunca resuelto judicialmente.
De Inglaterra sus crímenes y malicias están en la obra de Shakespeare. Esa isla y sus actos de traición, codicia, infidelidades cortesanas, hipocresía, asesinatos, incestos, eso y más puso en escena el dramaturgo británico. Acciones, aventuras y pasiones que hoy pueden verse en películas, pues aquel teatro resultó filmable y fácil de visualizar.
Las personalidades arriba mencionadas nunca hicieron propaganda sobre democracia porque no y quizás nunca existió, aunque su retórica continúe fluyendo. Además la voz democracia arrastra idealizaciones como derechos humanos, civiles, políticos, individuales y sociales. Palabras, demasiadas palabras. Así, mucho ruido y pocas nueces en los reinos y potencias citadas. El mundillo occidental se llena la boca hablando de democracia y derechos humanos, pero nunca cumplieron. Por cierto, aquí en el trópico tenemos una novela de Alejo Carpentier, El siglo de las luces, cuyo protagonista trajo la carta de los derechos del hombre y también la guillotina. Realmente sólo nos dejaron la guillotina y otros enseres similares. Lo más hiriente no son las armas, tortura y muerte, sino falsas promesas sobre democracia y derechos humanos. Hubo una época en que llegaron al cinismo de ofrecer libertad, igualdad y fraternidad.
En lo que refiere a Julian Assange ese es su mundo de referencia. Democracia y derechos que no existen y por consecuencia imposibles de aplicar.
La dificultad con Pussy Riot radica en que Rusia no tiene discursos sobre democracia ni derechos humanos. Ninguna promesa, ninguna esperanza. Allí ha existido dictadura como estilo asiático de dominación, desde los zares, Stalin, hasta el día de hoy. Extraerle una sonrisa democrática a Putin es como pedirle a Obama que se ponga serio. Putin hace discursos sobre una Rusia armada hasta los dientes para defenderse de Occidente, pero nunca ofrece democracia ni tampoco derechos. Este personaje estará en novelas de Dostoievski, Pasternak o Solzshenintsyn. Sobresale Dostoievski con su obra irrepresentable en el cine, porque trata el nihilismo, la culpa, Dios, el pecado, la inocencia. Al éxito fílmico de Shakespeare se corresponde un sonoro fracaso del ruso, quizá porque lo suyo son pleitos de alma.
Seguramente las tres mujeres de Pussy Riot son inocentes. Eso es insignificante en Rusia que nunca ha prometido ni democracia, ni perdonar, ni derechos humanos. Mundo oprichnina, gulag, cárceles y trabajo forzado. Todo un ejemplo asiático donde no ofrecen libertad de expresión, al contrario de los ingleses. Obviamente los rusos son honestos. Por lo menos mantienen una coherencia. Ellos no tienen nada que cumplir, pues nada ofrecieron en cuanto a derechos, al contrario de Occidente. A estos se les fue la lengua al anunciar libertad de expresión para todos, incluido Assange. Los rusos quieren un estado poderoso, una fortaleza militar, no una sociedad permisiva. Por eso resulta irónico que las inocentes mujeres de Pussy Riot acusen a Putín de tirano en el país de la dictadura. Como se nota, nuestra dificultad está en la democracia, esa palabra vacía y seductora.