sábado, 15 de agosto de 2015

Señales que pueden servir en la política de Xibalbá-Guatemala



Tomar en cuenta que Guatemala es un país de pocas palabras. Gente medio callada, susurrante, murmuradora. El medio tradicional con voz baja de boca en boca sigue siendo número uno dentro  la comunicación dada nuestra cultura oral, medio hablada, así sea en castellano o lenguas mayas. 

Esa  curiosa identidad  merece nota aparte. Ya vendrá para leerse.

En buena medida tenemos pocas palabras propias y poca capacidad en pronunciarlas porque tampoco hemos producido un pensamiento y un discurso sobre quienes somos los guatemaltecos. Quizá únicamente José Batres Montúfar con  Las falsas apariencias en nuestra naciente vida republicana a mediados del XIX  haya medio desnudado las instituciones y un tipo de guatemalteco. Aquel poeta hizo lo que las ciencias sociales no logran hacer. 

En política nunca llegamos ni a reformistas, nos da pánico y retrocedemos al supuesto orden eterno de las cosas. Carecemos de un referente clave para responder sobre ¿qué, quién es el guatemalteco? Entonces sale  ese murmullo confuso, esa cháchara inútil, ese ruidito repetitivo que nos  vuelve mudos, enigmáticos cual  estatua maya. 
Uno de esos ruidos lo genera la viejísima  Corrupción.
El enredo en que nos pone esa palabrita es porque tiene a la vez   significados religiosos, morales, políticos, jurídicos entre muchos más. "La corrupción es, en última instancia, un problema moral", sentencia Jorge F. Malen, de los pocos autores con libros publicados  sobre esa cuestión.
Hoy esa es la voz más mentada en Guatemala lo cual refleja nuestra falta de imaginación y conocimiento, pero seguramente el motivo principal  sea su referencia al tabú primitivo, puesto que corrupción es lo intocable, sucio, podrido, pecaminoso, infeccioso, prostiuido, inmundo, innombrable, impensable. 

Hasta hace poco tiempo el único delito sobre  corrupción era al pudor y las buenas costumbres. De repente un día en el siglo XXI ese pudor ya no aparece entre los más de treinta nuevos delitos correspondientes a la Ley contra la corrupción vigente desde 2012, entre los cuales sí están destrucción de registros informáticos, desobediencia, usurpación de atribuciones, cohecho, peculado, incumplimiento de deberes,  malversación, enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias,  fraude, cobro indebido.

Adios  aquellos tiempos cuando corrupción únicamente era señalar pervertidos e indecentes, pues hoy incluye cárcel, extradicción y destierro. Hoy nadie quiere ser tachado como corrupto en este país donde hace muchísimos años desapareció la frontera entre lo ilícito y lo lícito, si es que alguna vez existió dicha limitación.

Antiguamente, aparte de ser  condición maldita en la biblia judeocristiana, también la corrupción fue castigada entre los mayas, por ejemplo, cuando se falsificaban semillas de cacao repletas con lodo para hacerlas circular cual dinero legítimo. Había cacao-dinero de buen peso y cacao falsificado. 

Para el siglo XV suficiente recordar a Cristobal Colón,  primer señalado e investigado por un Pesquisidor a causa de actividades corruptas contra el rey de España. También el criminal  Pedro de Alvarado fue brevemente visitado en Guatemala por un juez pesquisidor... hasta contamos todavía una novela romántica titulada El visitador.

Alvarado fue cuadrúpedamente trotador en Xibalbá: vino, masacró indios e indias, luego se fue tras la plata  y murió aplastado  bajo las patas de un caballo en algún sitio mexicano. Pedro de Alvarado fue una real mierda, pero tuvo tiempo de instituir  Doña Oligarquía, imponiendo al cura, el gobernador, los escribanos (futuros abogados) y la empalizada de caballería con suficientes municiones. Tales son las primitivas  instituciones del estado guatemalteco que proyectan su sombra negra a la actualidad. Me pregunto, para qué putas sirve un Estado con semejantes instituciones.

Otra figura colonial es el antejuicio, esa especie de fuero especial, garantía de inmunidad  gracias a la cual se  mantiene en el puesto presidencial ese militar innombrable.

Así pues, en Guatemala  ya tenemos comisionado, pesquisidores y pesquisidoras. 

El Comisionado sirve tanto para pesquisar, averiguar, rastrear  la impunidad, así  como para recordarnos que siempre somos una colonia de USA y si nos seguimos portando mal entonces podría imponerse un estado-policía a imagen de Colombia, ese hermano país con un largo catálogo espeluznante  en corrupciones. 

A mí, turista medio perdido,   me querían comprar el voto electoral dos tipejas en la colombiana Popayán a plena luz del día. En Bogotá cualquiera puede contemplar 3 policías por metro cuadrado (lo que ellos llaman seguridad democrática) además 7 bases militares gringas encima de tal república nacional. 

La cuadratura del círculo es saber cómo diablos imponer la democracia policial colombiana sobre el triángulo norte centroamericano. Porque no se trata sólo de Guatemala, sino unificarnos con Honduras y El Salvador para salvaguardar los intereses estadounidenses

El comisionado Iván Velázquez me cae algo bien, pero  guardando la debida compostura  y dando por sabido  que siendo guatemalteco no puedo aceptarlo incondicionalmente. Dicho amor incondicional son babas maternales que repetimos mecánicamente, sin sentimiento. 

Recordar que soy de Xibalbá:  el guatemalteco sabe odiar, matar, hasta soñar un poco, pero no puede amar, sería pedirnos demasiado no sólo a los hombres también a ellas, hijas de Ixchel. 

Sigo bien en lo que estamos, sigo apoyando al comisionado contra la impunidad, bienvenidas sus investigaciones sobre contrabandistas, lavado de dinero, tráfico ilegal de influencias, sobornos, financiamientos ilícitos, pero mal vista su payasada con los contrabandistas de sandalias, pantuflas, tenis, platos de china, tangas, bisutería barata,  pintalabios, quincalla.  Chinitas e inditos asustados frente al tribunal, en vez de pesquisar a  grandes empresarios como Don Pelayo Llerena y asociados  de ese gremio masculino, globalizado, blanquecino, que se autodenomina cámara empresarial o CACIF. Eso es un comité completamente corrompido (dicho sea de paso doña Oligarquía  es la madre que  parió tal comité) y eso lo sabe el comisionado pero nunca se ha pronunciado al respecto ni lo va a hacer, así de ciega  opera la justicia con los poderes paralelos. 

De la fiscal General Telma Aldana mejor ni hablar porque ella fue puesta a dedo por el tal presidente nacional, aunque después el embajador afroamericano Robinson le retorció a Telma su brazo femenino para marchar juntos en nuestra gran  cruzada contra la corrupción. 

Fiscal  es otra voz medieval que sigue gozando su perturbadora autoridad.

Nótese  la variedad fascinante  de figuras jurídicas, solamente falta la presencia del Gran Inquisidor para exorcizar todo el Estado, aunque aquí  mejor luciría algún  ajkij (chamán) ejecutando una limpia de energías.

Apreciado Dr. Iván:  toda la indiada ahorita (aquí todos somos aindiados, aunque algunos y algunas no asumen esa otra mitad de lo guatemalteco) en este momentito  toda esa gente  lo adora como Tonatiuh, el dios sol, pero mañana quizá quieran quemarlo vivo. Estamos en  Xibalbá y si usted cree que esto es mentira atrévase entonces a mirar los glifos mortíferos en el perfíl físico zoomorfo del periodista, patriota y candidato presidencial Mario David García Velázquez. 

Dr. Iván: ni se le vaya  ocurrir engolosinarse con ese vocabulario jurídico, judicial, penal, condenatorio. Solamente haga su trabajo y misión cumplida. Le devuelvo sus reiteradas declaraciones: "En Guatemala la corrupción es estructural, un modo de hacer las cosas desde hace mucho tiempo" 
Muchísimo tiempo como parte inseparable de nuestra historia social. La conclusión de su razonamiento conduce a eliminar esas estructuras y esas instituciones ya que son la fuente primaria de corrupción. 

Ahora salimos de una vez por todas de su campo jurídico para entrar al mundo de lo político. Las palabras, sus palabras doctor, producen acciones y reacciones.  Esa es la consecuencia lógica de su razonamiento, doctor. El caso es que ya entramos en ese accionar político derivado de su diagnóstico,  tal vaivén  durará varios años, seguramente será más de un lustro con inestabilidad. 

Hay quienes exigen respeto a la Instituicionalidad, porque de no ser así iremos directamente al Caos como si  Xibalbá no estuviera suspendida en el abismo de la incertidumbre día y noche desde katunes inmemoriales.

Por favor entendamos,  las instituciones son creación imaginaria de los seres humanos. Hasta el Estado es un mito.

La cosa importante radica hoy en  que colectivamente podemos quitar instituciones y poner otras diferentes. Incluso  quitarlas todas, ya que nunca fuimos un estado institucional, sino un estado de cosas impuesto desde la colonia española, luego Inglaterra, Alemania, esa minúscula monarquía de Bélgica, y  actualmente seguimos siendo colonia solapada de Estados Unidos. 

Con independencia, soberanía, libre determinación, pero somos colonia de USA.

Podríamos fundar el estado que nunca se fundó, sin pegar parches como reformas electorales y sentimos  miedo hasta de imaginarlo. 

Pero siempre estaremos actuando entre  el caos y el orden, porque el sistema social es abierto,  produce energía y una parte  se disipa en el caos.

Como somos guatemaltecos indefinidos y seguiremos sin producir pensamiento, por lo menos revisen un poco lo que dicen Ilya Prigogine y Cornelius Castoriadis a propósito del caos en las instituciones. 

Por otro lado, recordemos cuando Santiago Atitlán, tierra mágica de Maximón expulsó la desordenada soldadesca del ejército nacional en 1990. Expulsar la soldadesca fue para instituir un nuevo orden indígena que resultó ejemplo político extraordinario.
Y si ya se pudo una vez, entonces se puede hacer más veces en toda Xibalbá-Guatemala 
Ya no tengamos miedo y si viene el caos, pues  a ver qué pasa. A lo mejor ya estamos en el centro del caos, eso es lo más seguro según creo, aunque antes hemos vivido cosas peores como los terremotos cuando camina Kabrakán.  

Mientras tanto hago  votos  de abstencionismo ciudadano  para la ronda electoral que turbiamente se avecina.